El 13 de diciembre de 1976 la dictadura militar masacró a veintidós jóvenes en un lugar llamado Margarita Belén, en la Provincia de Chaco. El día anterior aquellos militantes fueron arrancados de distintas cáceles, trasladados al regimiento de Resistencia y a la Alcaldía local donde fueron torturados antes de ser conducidos a la muerte. El autor es uno de los protagonistas de aquella historia. Es el suyo un relato descarnado y tierno a la vez. Hila retazos de la memoria para mostrar los gestos cotidianos de los prisioneros en la inmediatez de la muerte, la pequeña alegría arrancada en medio de aquella oscuridad, la última palabra -la que lacera la carne y el alma- de quienes se despedían convencidos de que les esperaba lo peor, la azarosa condición de sobreviviente y la deuda que conlleva. Jorge Giles quiere que su relato, ya en prosa, ya como poema, dé cuenta de esa deuda, rescate el lugar de la vida. Porque el testimonio, el suyo y el de muchos, es la prueba de lo infructuoso del intento de la dictadura por volver no-hombres a quienes "desaparecía". Porque aun cuando su narración bordea lo intimista, y no pretende ser neutral ni contar "todo", o precisamente por ello, porque narra desde el lado de adentro la experiencia del límite, tiene el alcance del relato épico. Es la palabra del sobreviviente que vuelve comunicables las voces de los asesinados, no como simples víctimas sin voluntad, sino como revolucionarios que, pese a tanto dolor, humillación y ofensa recibida, siguen de pie, enteros, para que alguna vez se cuente otra historia. Para que esa batalla sea alguna vez retomada por otros. Allí va la vida conmueve, nos compromete, muestra el poder del testimonio, siempre necesario y a la vez inacabado, capaz de sobrevivir al hombre.