El ritual de la serpiente es una forma de catarsis, una confesión y un testamento. La confesión de Aby Warbug, uno de los hombres que más ha influenciado nuestra visión sobre la historia del arte. Amigo de Erwin Panofsky y de Ernst Cassirer, es considerado uno de los pioneros en la investigación de la historia cultural mediante el análisis de las artes visuales y de la interpretación de los símbolos. En el año 1923, al final de su residencia en la clínica de Kreuzlingen, lugar al que ingresió a causa de que adolecía de recurrentes crsis nerviosas, decidió escribir un "discurso de despedida" drigido a los propios internos y a los médicos de la clínica, con una nota que decía: "leído por primera vez delante de una unprofessional audience", con el simple propósito de mostrar que ya estaba curado. En pocas páginas relata su encuentro, en el año de 1895, con los indios Pueblo, resaltando así los orígenes del paganismo y de la magia. Pero sobre todo es una especie de palinodia sobre el poder de la imagen, la imagen que cura y que hiere, la imagen que continúa rigiendo nuestros destinos. Sólo el poder metamórfico podía salvarlo. Él, que era un gran estuioso del arte, se rinde ante la fuerza que sólo la imagen puede expresar. Como bellamente escribió Roberto Calasso sobre este excepcional libro: "En la danza la serpeiente es tratada, escribe Warbug, como un novicio que se incia en los misterios. Así, se converte en un mensajero que debe alcanzar las almas de los muertos y ahí suscitar el rlámpao. Así, la serpiente, la más inmediata imagen del mal, se convierte en salvadora".