Con una estructura caleidoscópica, que alterna narradores y estilos las repeticiones burocráticas de Shunsuke, los pensamientos de la inocente muñeca erótica, los poemas del viejo señor Okuda, los travellings alrededor de las cenas y de los personajes, Cuenca arma un cuento de amor sorprendente, en donde la vida fragmentada de la megalópolis, el voyeu-rismo omnipresente y la perversión humana son villanos que amenazan cualquier atisbo de afecto.
El único final feliz para una historia de amor es un accidente pone al lector en su propia Sala del Periscopio, y nos conduce a la idea perturbadora de que, en algunos casos, los supervivientes son las propias víctimas.