El proyecto más ambicioso de Michel Foucault se dedica en su primer volumen a definir el régimen de poder-saber-placer que sostiene el discurso sobre la sexualidad humana y a mostrar que el poder opera mediante la producción discursiva de la sexualidad y de los sujetos de naturaleza sexual. Así, abordar la sexualidad como experiencia históricamente singular requiere desentrañar los saberes que a ella se refieren, bucear en los sistemas de poder que regulan su práctica y, sobre todo, comprender las formas según las cuales los individuos se conciben y se declaran como sujetos de esa sexualidad. El punto esencial no es saber si al sexo se le dice sí o no, si se castigan o no las palabras que lo designan, sino determinar en qué formas, a través de qué canales, deslizándose a lo largo de qué discursos llega el poder hasta las conductas más tenues y más individuales, qué caminos le permiten alcanzar las formas infrecuentes o apenas perceptibles del deseo, cómo infiltra y controla el placer cotidiano.