La histeria femenina fue diagnosticada por la medicina occidental antigua como una enfermedad que provenía de perturbaciones del útero y cuyo tratamiento era conocido como "masaje pélvico", que consistía en la estimulación de la zona de los genitales hasta llegar al orgasmo. El mismo Freud se interesó especialmente por la histeria y más cerca de nuestro tiempo la psicoanalista francesa Diane Chauvelot la caracterizó como un síntoma social. El origen de la histeria fue cambiando y lo sigue haciendo. Historia universal de la histeria recrea algunas historias atravesadas por este síntoma: la mirada de la Medusa, la palabra que enamora en Sócrates y Alcibíades, el travestismo y la ambigüedad en Juana de Arco, o la seducción masculina del Don Juan. Desde la histérica paradigmática Anna O. hasta la observación de rasgos histéricos en personajes de nuestros días, Malele Penchansky logra un fresco audaz y provocativo sobre un síntoma que, sostiene, no es privativo de las mujeres ni tan malo como nos hicieron creer. Después de todo, de la histeria se nutre el juego amoroso.