Desde fines del siglo XIX y hasta las primeras décadas del siglo XX, los miembros de la elite política y social argentina se batían a duelo con frecuencia y, al analizar esta práctica, Sandra Gayol recupera la importancia del tema y ofrece las claves esenciales para pensar los procesos de fabricación de la diferencia social y política. El duelo fue el comportamiento necesario para fijar distinciones y jerarquías en un momento de recomposición de la clase alta y de modificaciones estructurales de la sociedad. El honor funcionaba como ordenador de un espacio social convulsionado y de una esfera política competitiva y en proceso de ampliación. Tan extendida estaba la práctica del insulto y del duelo que era raro encontrar una personalidad pública, un parlamentario, un hombre de letras o un acaudalado, que no se hubiera visto involucrado por lo menos una vez en las denominadas cuestiones de honor. Era mucho lo que estaba en juego, pues la predisposición a defender el honor personal por medio de un duelo caballeresco indicaba si alguien pertenecía o no a las elites.