La palabra de los muertos, el producto de casi tres décadas de estudio y reflexiones, no obedece sólo a razones académicas, sino a un objetivo político-social: el de desafiar a la criminología mediática, aquella que pinta un mundo amenazado exclusivamente por el delito común y el terrorismo; aquella que se construye desde los medios de comunicación, al servicio del poder y de un modelo de Estado gendarme o policial de raíces estadounidenses, que infla el miedo, alimenta la paranoia, estigmatiza e instala la creencia de que la única salida está en respuestas vengativas como encerrar, castigar, reprimir y ajusticiar.
La fuerza de ese paradigma, dice Zaffaroni, ha vuelto invisibles a los muertos en las mayores masacres, que sin embargo son ejecutadas por el propio Estado y que abarcan no sólo casos como el genocidio armenio, el holocausto, las matanzas en Ruanda, Somalia o Irak entre otras decenas, sino lo que llama masacres por goteo, más lentas pero no menos destructivas, donde entran desde las torturas, los muertos en las cárceles, hasta las víctimas del uso irresponsable de armas y las ejecuciones sin proceso. Son homicidios de seres indefensos, pero no entran en las estadísticas, según advierte. Por eso propone una criminología cautelar, capaz de prevenir la multiplicación de las masacres, preservar la vida humana y propiciar una sociedad inclusiva corriendo el foco de la exaltación del poder punitivo.