A sus ochenta y dos años y con una salud frágil, Olivia Morrow sabe que le queda poco tiempo de vida. En este momento ha de enfrentarse a la decisión más difícil que jamás haya tenido que tomar: sacar a la luz un secreto que su familia ha escondido desde hace décadas o llevárselo a la tumba. Catherine, una prima de Olivia ya fallecida, ingresó en su juventud en una orden religiosa. Su labor en el cuidado de niños discapacitados fue tan destacada que la Iglesia Católica está estudiando la posibilidad de su beatificación. Sin embargo, Olivia conserva unas cartas en las que se evidencia que Catherine dio a luz a un niño antes de tomar los hábitos. El bebé, fruto de su relación con Alex Gannon, un prestigioso doctor que amasó una gran fortuna en vida, fue dado en adopción. Si Olivia revela este secreto, traicionará la voluntad de Catherine. Si muere con ella, la fortuna de Gannon se malversará. Lo que Olivia desconoce es que no es la única que posee esta información, aunque los motivos de los demás para ocultarla sean mucho menos nobles. La joven abogada Emily Wallace se enfrenta al caso más importante de su carrera. Hace dos años la popular actriz Natalie Raines fue asesinada en su propia casa y su ex marido, Gregg Aldrich, ha sido desde entonces el principal sospechoso de esa muerte. A pesar de haberse dedicado en cuerpo y alma a la preparación del caso contra Aldrich, Emily pasa por constantes momentos de duda cuando comienza el juicio. Por un lado, simpatiza con la madre de la asesinada, pero también, desde el primer momento, con Gregg. La abogada incluso consigue meterse en la piel de Natalie y experimentar emociones que hacen que sienta cierta empatía con el acusado. ¿De dónde provienen esas dudas? ¿Y esos sentimientos tan contradictorios? Emily tiene una corazonada y no dejará de investigar, aunque el juez haya dictado sentencia, aunque ponga su vida en peligro.