Una mañana, Carlos Fuguet desapareció. El hijo problema, la oveja negra que toda familia parece (o necesita) tener, tomó sus cosas y se esfumó de la faz de la tierra. Un inmigrante perdido en la inmensidad de Norteamérica que pasó a ser un espectro, un rumor de almuerzos, de teléfonos que llaman sin que nadie responda, de especulaciones sin respuesta. Treinta años después, su sobrino Alberto Fuguet se obsesiona con encontrarlo y comienza a juntar piezas, a armar el puzzle, dando inicio a un viaje físico y moral, una suerte de road movie interna y externa, que lo llevará desde el corazón de Santiago de Chile hasta el suroeste de los Estados Unidos. «Mi tío se perdió, pero se perdió de verdad. Nada de arte, nada de metáforas. Nada de transferencias vicarias. Uno se puede perder de muchas maneras estando a plena luz, pero perderse de verdad, quemar las naves, desaparecer, es otra cosa. Es, dentro de todo, un acto de gran valentía o todo lo contrario. No lo sé, no lo he hecho, no lo haré. Es, sin duda, ese tipo de acto impulsivo que termina marcándote para toda la vida. Hay gente que toma un camino y ese camino no tiene retorno, incluso si intenta echar marcha atrás.» Alberto Fuguet mezcla, suma, resta, juega con la ficción y la realidad para hacer de una historia familiar un libro de aprendizaje y maduración; su novela más arriesgada y personal.