El campo argentino y la cúpula empresarial agropecuaria ya no pueden entenderse ni discutirse recurriendo a denominaciones como vieja elite terrateniente o rentista, o atendiendo al rol de organizaciones tradicionales como la Sociedad Rural. En los últimos cincuenta años se produjo y se consolidó un proceso de transformación profunda, que reconfiguró los rasgos de la burguesía agraria y también el modo en que se piensa a sí misma y piensa su rol en el desarrollo del país. Con mirada sociológica y fino oído etnográfico para analizar la palabra de los propios actores, Carla Gras y Valeria Hernández explican cómo nacieron y crecieron los agronegocios, cómo construyeron su hegemonía desplazando otras visiones y presentándose a la vanguardia de la innovación tecnológica, cuáles son los perfiles empresarios que sostienen esta matriz y cuáles los puntos de fuga, en términos ambientales y sociales, que pueden ponerla en crisis. En un arco que va de 1960 a nuestros días, el recorrido se detiene en dos instituciones centrales del empresariado del agro: AACREA y AAPRESID. En los años sesenta, la primera definió el rol del agro como líder de un proyecto modernizador, sostenido en los valores de la experimentación técnica y el conocimiento, y en la misión moral de servir al bien común. En los noventa, a tono con un mercado globalizado, la segunda resignificó la relación entre agro y desarrollo en clave neoliberal. Con la tecnología como pilar del modelo de negocios, acompañó la articulación de jugadores locales con jugadores transnacionales y tendió puentes sólidos entre el empresariado y otros ámbitos de circulación de saberes, como el mediático, el académico y el científico. Ambas instituciones fueron decisivas para relegitimar al sector y desplazar la discusión por la reforma agraria o la tenencia de la tierra. Atentas a la heterogeneidad de los actores de los agronegocios que incluyen megaempresas globales, empresarios nacionales grandes y medianos, y de manera subordinada, franjas más o menos endebles de la agricultura familiar, las autoras trazan una radiografía imprescindible del perfil de la clase dominante, de los mecanismos para construir hegemonía y de las grietas que permiten imaginar modelos alternativos.