Esta novela pasa mañana. Ciudades perdidas, callampas, villas miseria, favelas, Gorozpevillas: todas son lo mismo. O vives ahí, o eres uno de los culpables de su existencia. Eso lo saben Adán Gorozpe, cínico arribista que pasó de pobretón estudiante a poderoso mandamás gracias a un afortunado braguetazo, y también Adán Góngora, ministro a cargo de la seguridad nacional que ha puesto en marcha una estrategia espeluznante: se alía con los peores criminales y encierra o manda matar a los menos aptos; encarcela inocentes y uno que otro culpable, exhibe a todos y así se gana a la opinión pública como garante de la justicia. Un día, Góngora le propone a Gorozpe asociarse para elevar su jueguito al más alto nivel: "¿Qué tal si usted y yo, tocayo, apoyamos a un candidato imposible para la primera magistratura del país?" Ese candidato, claro, sería Gorozpe, sólo que para ese momento él sabe que debe deshacerse de Góngora, o al menos neutralizarlo. ¿Cómo proceder contra tan formidable adversario? ¿Cómo detener el remolino que arrastra al país hacia la cloaca? Ciega, irracional, poderosa, la fe sigue ahí. Un Niño Dios con alas postizas empieza a predicar en medio del tráfico de la mayor avenida de la ciudad. La gente lo oye con fervor porque cree, quiere creer, necesita creer... La crítica ha dicho... «Éste es un libro indispensable para quienes entiendan la cultura literaria como iluminación. Una de las últimas lecciones de un maestro indiscutible.» Joaquín Marco, El Cultural de El Mundo