Cada día nos la jugamos en el Hospital; necesitamos de un proceso de renacimiento sucesivo, renacer de nuestras propias cenizas, para sobreponernos a los malos tragos con que nos encontramos, y seguir ejerciendo con entusiasmo la profesión que elegimos por vocación: la de atender y ayudar, como mejor sabemos, a las personas que lo necesitan.