La novela más representativa del escritor hispano-mexicano, con la que ganó su segundo -de tres- Premio Hammet Internacional en 1990. Lo mismo que en otras de sus novelas policíacas, pone en escena un detective que se confronta a un caso criminal en el que están implicados representantes del gobierno. La lucha del detective contra el crimen adquiere así una dimensión claramente política: es de hecho el revelador de la corrupción que gangrena el Estado y su administración. Una puesta en escena tal entraña un pensamiento sobre la Revolución mexicana y su institucionalización, y, por extensión, sobre el concepto más global, universal, de Revolución. Es en este sentido que la figura de Trotski aparece en una especie de metarrelato titulado "La novela de León", como una visión pesimista de la Revolución institucionalizada, una percepción de la esperanza revolucionaria marcada por la conciencia lúcida del fracaso y por la necesidad de una renovación definicional.