Jack London contribuyó -desde la literatura, junto con Melville, Conrad y Stevenson- a enriquecer el imaginario occidental sobre los Mares del Sur así como Gauguin lo hizo desde la pintura. Si bien el Ártico habría de quedar como el espacio principal de la narrativa de este autor, sus relatos ambientados en las islas del Pacífico Sur poseen el mismo notable vigor que desplegó para describir los silencios blancos de Alaska, con toda la furia que impone la ley de la vida y el misterio que le añade la presencia de culturas extrañas.