El espejo victoriano de la historia nos ha mostrado una serie de autores sobre cuyos hombros parecía descansar la tarea de recuperar el legado de las Humanidades para su propia época. «Scholars» como Thomas Carlyle o John Ruskin o Matthew Arnold elaboraron, con diversa inspiración, un cuerpo de pensamientos en que la escritura de ensayo se convertiría en expresión del inconformismo moral y la idea de perfección. Poeta, inspector educativo, profesor de poesía y ensayista, Matthew Arnold (1822-1888) trataría de dar forma en «Cultura y anarquía» a una crítica de la sociedad sobre la base de dos conceptos, hebraísmo y helenismo, que han mantenido su fuerza de atracción sobre nuestra voluntad de comprender el sentido de la conducta humana.(*CR*)Los casi 150 años que han pasado desde que se publicó por vez primera «Cultura y anarquía» en forma de libro han convertido en un clásico de la literatura occidental y la teoría política una obra que entonces trataba de cuestiones modernas. Además del interés polémico suscitado por su publicación, la preocupación esencial de Arnold por la definición y pervivencia de la cultura se ha prolongado y ha adquirido nuevas facetas hasta nuestros días. Al asociarla, paradójicamente, a la anarquía o falta de gobierno, Arnold daría una inesperada dimensión política a su defensa de la cultura con la que han estado en deuda pensadores contemporáneos de la talla de Jacques Derrida o Edward Said.