La anécdota es simple: Elisheva, la esposa de Shaul, sale de casa cada tarde para ir a nadar. Deja el apartamento con un bolso de gimnasia y vuelve al cabo de una hora con el pelo mojado y el rostro relajado. A partir de ahí, Shaul imagina cosas bien distintas: ve a su esposa con otro hombre, nota sus caricias, oye sus palabras, sabe -como todos los seres celosos creen saber- que con ese hombre Elisheva se atreverá a juegos que nunca ha experimentado con él. El delirio llega a tal punto que Shaul nos convence a todos de que el adulterio es real, y seguiremos a ese marido despechado en un viaje nocturno que debería llevarlo al escondite donde se refugian los amantes. Quien lo acompaña es su cuñada Esti, una mujer de mediana edad que se embarca en esta aventura sin saber bien qué le espera. Ella conduce, él en el asiento trasero, y así, sin mirarse, cada cual cuenta su historia sin tapujos. Al final, poco importa si de verdad Shaul encontrará a los amantes. La realidad pura y dura es lo de menos; lo que queda y conmociona es el dolor de un ser humano que necesita de un rival para definirse a sí mismo y definir su mundo. «Las descripciones de Grossman son profundamente eróticas, estremecedoras por sus detalles físicos. Sus frases son vertiginosas, embriagadoras.» The New York Times Book Review