Este segundo volumen de homenaje a Alberto Vacarezza (1886-1959) reúne cinco piezas de distintas épocas del autor: el drama rural El buey corneta (1912), los sainetes A mí no me hablen de penas (1923), El conventillo de la Paloma (1929) y El conventillo del Gavilán (1931), y la tragedia San Antonio de los Cobres (1938).
El buey corneta transcurre en un "horno" de fabricación de ladrillos: Don Santos, un peón viejo, tras años de trabajar fielmente para el vasco Etcheverry, es desplazado de su puesto por Isidro, el hijo del patrón. A mí no me hablen de penas, sainete cómico-dramático, da una vuelta de tuerca a una situación clásica: Lozano, un provinciano rico, aprovecha el desequilibrio económico del humilde hogar de Carlos y Márgara para seducir a la mujer. El conventillo de la Paloma, la obra más representada de Vacarezza, salta la barrera de los tiempos y sigue conmoviendo a los argentinos en puestas contemporáneas. El conventillo del Gavilán es su "inversión": un Don Juan y sus mujeres acaban apaleados con la violencia física de la farsa ancestral. San Antonio de los Cobres, "drama montaraz" del Norte argentino, es una de las piezas más ambiciosas y premiadas de Vacarezza.
En el extenso estudio crítico, Jorge Dubatti rescata una "autobiografía" de Vacarezza donde el dramaturgo afirma: "Yo quiero a mi tierra por la sencilla y natural razón de que la quiero. Ella me enseñó a cantar y a ella van mis armonías. Si no he trabajado en beneficio del refinamiento de la cultura estética, me precio, al menos, de haber contribuido a argentinizar un poco más las transmisiones radiales, el teatro y el espíritu argentino. Más que el título de refinador, reclamaría el de argentinizador". Título que, sin duda, Vacarezza se merece.