Héctor es el jefe de seguridad de una refinería de petróleo
y vive en una apacible zona residencial con su mujer, Sara.
El mismo día en que ésta da a luz la primera hija de ambos,
Beatriz, la recién ampliada familia recibe la visita inesperada de Grego, el hermano de Héctor. Grego, que ha llevado
una vida menos convencional que su hermano mayor, acaba
de regresar de Tailandia, donde mejor o peor se mantenía con los ingresos de un pequeño negocio de alquiler de
embarcaciones para turistas. Grego, visiblemente enfermo, se queda a descansar en la habitación de invitados de
la casa de su hermano. Cuando Héctor, interesado por su
estado, decide entrar en la habitación, se encuentra con que
su hermano parece haber desaparecido, aunque sus ropas,
equipaje y documentación siguen allí. Lo más extraño, sin
embargo, es que el cuarto donde descansaba Grego está
ahora ocupado por un enjambre de moscas. Los insectos,
miles, tapizan las paredes.
Ocupados en el cuidado de la recién nacida, y conscientes
de que esta clase de comportamiento es muy propia de
Grego, Héctor y Sara dejan pasar un tiempo razonable a
la espera de noticias, antes de llamar a la policía o tomar
cualquier medida. En cuanto a la inquietante presencia de
las moscas, y pese a la oposición de Sara, Héctor decide
seguir sus confusas intuiciones y no sólo renuncia a fumigar la habitación sino que mantiene la habitación cerrada,
se hace con un traje de apicultor, les proporciona alimento.
Las cuida.
Unos días después, cuando, tras haber descartado sus absurdas sospechas, entra en la habitación armado de insecticida, Héctor se sorprende al comprobar que las moscas
han desaparecido. En el suelo, entre la suciedad y los restos
de comida, se encuentra Grego, desnudo y confundido, en
posición fetal.
Desde ese momento la familia se ve inmersa en una pesadilla brotada de su propio seno, horrible y fascinante a un
tiempo, que pone a prueba la resistencia de sus vínculos y
amenaza la cordura de cada uno de sus miembro