A una propuesta misteriosa (aunque, a qué negarlo, saludable): "Marcos, ¡hacés bien en alejarte de las malas ondas! Querés escribir sobre cosas buenas, aunque sabemos que es más fácil referirse a las malas. No te achiques, no te sometas a la corriente. Atragantarse con lo malo corrompe la vida. De todo corazón, te acompaño en el desafío". Una respuesta contundente: "El placer no es irrelevante. Es concreto, cotidiano y alcanzable. Es una necesidad. Sin su titánico motor se detendría el mundo. Mueve al hombre. ¡Qué digo! ¡Mueve la vida!". Contracara perfecta de ¡Pobre patria mía!, el libro más leído de 2009, este Elogio del placer se aplica de modo radical a examinar los resortes del goce: el poder curativo del humor, los vericuetos del pecado, los encantos del carnaval, los claroscuros de la filosofía, la felicidad que entregan una buena biblioteca, el cine, el sexo, la pintura, el romance, el consumo y un poco más de sexo. "El placer apela a cualquier recurso, lícito o ilícito", dice el autor, y ése es el principio que rige este ensayo erudito, gozoso y dionisíaco. Un libro, en fin, que recorre el espinel del placer desde la inocencia hasta el peligro, desde el brío hasta la toxicidad, y que explica mejor que cualquier biografía quién es Marcos Aguinis.