La historiografía oficial ha logrado presentar una imagen confusa y parcial del pronunciamiento montonero, con el objeto de presentar a los acontecimientos como frutos de una espontaneidad desorganizada y desconectada entre sí en cuanto a sus verdaderos alcances nacionales. De esa manera se descalificó y difamó a los conductores del proceso revolucionario. Su máxima expresión, Felipe Varela, hombre de inteligencia penetrante, de innegable competencia militar y arrojo personal, quedó rebajado a la categoría de un simple bandolero montado.
El imperialismo británico, es decir, el sistema complejo de relaciones de dominación internacional resultante de la fusión del capital industrial británico con el bancario, y su consecuencia, la existencia de capitales financieros exportadores, dio un golpe magistral contra América del Sud en la década de 1860-1870. A esa maniobra imperialista respondió el continente con la Unión Americana. "Los ojos americanos -diría Varela- se fijaron allá en la margen del Atlántico, en las costas Uruguayas y Argentinas, como la llave principal de todos los pueblos que se extienden desde esas costas hasta las del Pacífico", para concretar la "alianza de las Repúblicas para repeler las ambiciones monárquicas de Europa". Tras el intento político de restauración "monárquica", que rechazaban los hombres con sentido americano, se ocultaba ya un nuevo fenómeno mundial: el imperialismo en su faz moderna.
La agresión europea a México, Chile y Perú y el ataque vil al Paraguay, las depredaciones mitristas en el interior y el asesinato del Chacho, todos estos hechos profundos sedimentaron rápidamente en la conciencia del caudillo alto, canoso y de voz ronca. Se genera así en Varela una fuerte propuesta política explicitada en su bandera que dirá: "¡Constitución o Muerte! ¡Viva la Unión Americana!", sintetizando ese federalismo defensista con los surgentes sentimientos americanistas.