¿Qué sentido tiene releer a Sartre hoy? Luego de los años estructuralistas y la proclamación de la muerte del sujeto, ¿no es acaso el gran derrotado de la filosofía francesa contemporánea? En realidad, Sartre vuelve al escenario filosófico por, al menos, tres órdenes de la necesidad. El primero sería el de revisitar las condiciones de surgimiento de esta filosofía francesa contemporánea, las maneras en las que una generación ha intentado pensar su posguerra mundial y en las que se forjó la figura del intelectual progresista del último medio siglo obstinadamente comprometido en el campo de la rebelión, análogo moderno de las figuras de Voltaire, defensor de Calas, de Rosseau, cuyo Contrato Social fue condenado a la hoguera, o de Victor Hugo, erigiéndose solo contra el golpe de Estado de Napoleón el Pequeño y contra la represión de la Comuna. El segundo sería explorar en el presente las aporías de una filosofía de la libertad absoluta del sujeto como conciencia, en relación con una cuestión replanteada sin cesar, desde el sujeto escindido de Lacan hasta los sujetos políticos de Badiou. El tercero podría ser el de retomar la pregunta imposible de Sartre: ¿Qué es la literatura? No tanto para intentar responderla como para delimitar, junto con Jacques Rancière y algunos escritores actuales, las contradicciones que, en el deslizamiento que en el siglo XIX nos hace pasar de las Bellas Letras a la literatura, vuelven a esta última indefinible. Tres interrogantes que atraviesan actualmente la filosofía viva de una orilla a otra del Atlántico.