Ajedrecista, violinista aficionado, empleado de correos, profesor sin título habilitante, intelectual que seguía su propia senda, poeta laureado. Ezequiel Martínez Estrada escribió teatro, cuentos, una novela y cientos de ensayos y artículos de opinión que cimentaron su fama de polemista: "Me manejo como los cortaplumas que tienen tirabuzón, diamante de cortar vidrios, punzón, brújula y lima de uñas". Sin embargo, fueron los análisis sociológicos y políticos sobre el país #los principales: Radiografía de la pampa, La cabeza de Goliat y Muerte y transfiguración de Martín Fierro# los que le dieron renombre continental y lo convirtieron en el ensayista argentino más importante del siglo XX. Receloso, desmesurado e intransigente, vivió atormentado por la suerte de una nación que amaba y el descrédito de sus profecías. Tuvo amigos también, entre los desesperados: Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga, quien desmontó un terreno al lado de su cabaña para llevarlo a vivir con él en la selva misionera. De procedencia plebeya y raigambre libertaria, fue figura destacada del aristocrático grupo Sur, donde cruzó antipatías con Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, aunque tejió una amistad profunda con Victoria Ocampo. No fue adepto a Perón, pero también fue crítico de todos los gobiernos que siguieron. Ya de grande dio apoyo a la Revolución Cubana y terminó viviendo en La Habana, casi feliz. Murió inconsolable en 1964, dos años después de volver de la isla. Con esta biografía monumental, Christian Ferrer revela la complejidad de un pensador controvertido e imprescindible para comprender la Argentina. Severo y paradojal, este Martínez Estrada que enseñaba a cantar a los pájaros es también luminoso.