Publicada en 1984, La ciudad y la casa es una novela peculiar que se desgrana a través de las voces de amigos, amantes, hijos y padres, sin que nadie se atreva a mostrar sus emociones a flor de piel. La vida entera de estos personajes queda filtrada por la escritura de unas cartas que muestran tanto como esconden. Los viejos departamentos de Roma, los pequeños estudios de Princeton y unas fincas en el campo de las que ya nadie quiere cuidar son testigos vivos de baúles, papeles viejos, libros queridos y palabras a medio decir que conforman una historia espléndida en su desolación y en la búsqueda terca de una verdad que no caduque. Podríamos hablar de una novela epistolar, de notas que van y vienen para describir lo obvio, pero La ciudad y la casa es mucho más que eso: la gran Natalia Ginzburg explora el vacío que se instala en el ánimo y en las casas que habitamos cuando ya no hay razón para conservar lo que antes parecía importante. Con su estilo sobrio y poético a la vez, la autora italiana consigue cabalgar el tiempo: aunque hayan pasado más de treinta años, esas ciudades y esas casas nos traen algo que permanece en cada uno de nosotros. «Una casa la puedes vender o dejársela a quien te dé la gana, pero siempre la llevarás contigo.» Natalia Ginzburg