Una historia de disuasiones, estrategias oblicuas, cambios de rumbo y de identidades encuentra cabida en La costa ciega. Una joven llega a un pequeño poblado. El hecho desencadena un alud de reminiscencias, de flashbacks "el pintoresquismo alucinado de los setenta" que la realidad no puede anestesiar. Como en los libros anteriores, Carlos María Domínguez explora mejor que cualquiera el vuelco de las costumbres, los nuevos hábitos de la cultura latinoamericana sin generalizar. Paso a paso, a partir de una aparición, a pedido de una trama que admite también la naturaleza cambiante de los acontecimientos. La costa ciega nos revela un mundo compacto, cerrado, autónomo, en el que muchas cosas se cuentan con una claridad de conceptos admirable.Y en la que reconocemos, como en todos los grandes libros, la participación secreta de un severo, sereno genio: el autor.