La estrella más hermosa
Autor/a : Yukio Mishima
Traductor/a : Fernando Cordobés, Yoko Ogihara
Escrita en 1962 y considerada por el propio Mishima como una de sus mejores novelas, "La estrella más hermosa" es una comedia negra que cuenta la historia de la familia Osugi, cuyos miembros se dan cuenta de que vienen cada uno de un planeta distinto.
En mitad de una noche despejada de noviembre, un Volkswagen modelo 1951 empezó a ronronear en el garaje de una casa
de la ciudad de Hanno, en la prefectura de Saitama. Mientras el
motor se calentaba, los pasajeros, sentados ya en el interior del
vehículo, dispusieron de unos minutos durante los cuales miraron inquietos a su alrededor.
No hacía mucho que habían añadido a la vieja casa ese garaje levantado casi de cualquier manera, para guardar en su interior un coche de segunda mano. La puerta pintada de azul se
abría como un paréntesis y rompía la continuidad de la valla
medio podrida de bambú. Era la señal inequívoca de que la
casa empezaba a afrontar una nueva etapa de cambios tras un
largo periodo de quietud.
Sin embargo, nadie habría podido explicar en detalle qué
clase de cambios eran aquellos a los que se enfrentaba. Era de suponer que no guardaban relación alguna con el negocio de madera de la familia, el más próspero de la ciudad de Hanno, una
herencia gracias a la cual disfrutaban de una considerable fortuna. Corría el rumor de que Akiko, la bella y silenciosa hija de la familia que apenas se relacionaba con nadie, salía de casa de vez
en cuando cargada con un montón de paquetes y caminaba hasta la oficina de correos frente a la estación de tren, a pesar de
que a solo dos o tres manzanas de su propio domicilio había
otra más antigua en un edificio que aún conservaba las paredes
de adobe. Entre todos aquellos paquetes había algunos dirigidos a residentes en el extranjero.
El automóvil avanzó por las calles llanas y amplias de la ciudad a medianoche. Al volante iba Kazuo, el hermano mayor de
Akiko, con ella a su lado. El asiento trasero lo ocupaba el matrimonio sugi, sus padres.
Me alegro de haber salido tan temprano dijo Jichir
sugi. A veces el tiempo se desajusta y en previsión es mejor
llegar lo antes posible.
Tienes razón respondió Iyoko, su mujer. Si nos retrasamos nuestros amigos no se lo tomarán bien, estoy segura.
Los cuatro pares de ojos de la familia miraban fijamente a
través del parabrisas tras el cual se desplegaban hileras de casas
con las luces apagadas. Tenían todos los mismos ojos glaucos,
una peculiaridad de su estirpe.
En la calle no se veía un alma. El coche giró a la derecha
nada más pasar la Cámara de Comercio. Enseguida lo hizo a la
izquierda, tan pronto como tuvo delante la tenue luz de la comisaría de policía. No tardó en salir junto al nuevo centro cívico
donde también estaba la estación de autobuses. El edificio pintado de un blanco inmaculado, de planta rectangular y diseño
moderno parecía flotar a los pies del monte Rakan, justo a sus
espaldas, que emergía en la oscuridad como una masa tenebrosa. El destino familiar era, precisamente, ese monte. Se proponían subir hasta la cima.