De chico, Raúl Fortín miraba cocinar a su abuela, mientras él dibujaba con tiza sobre el piso de cemento. Dibujaba mapas del país de Kintocóa, donde nunca nadie envejecía. Cuando se mudó de esa casa, se despidió de las macetas y creyó que abandonaba para siempre el país que dibujaba con tiza sobre el piso de cemento. Ahí se equivocó: Raúl Fortín no envejeció jamás. Por eso tuvo tiempo de dibujar y de inventar historias para los otros chicos. Le pagaban por emocionarse y la abuela seguía cocinando con los anteojos empañados, entre nubes de vapor y aromas de especias. Un día, Raúl adornó su corazón con iniciales entrelazadas y estrellas de lentejuelas. Otro día se fue a jugar al fútbol con sus amigos. Raúl Fortín, el de entonces, sigue siendo el mismo. Vuelve a despedirse de las macetas y piensa, el muy estúpido, que va a dejar atrás al país de Kintocóa para siempre.
Raúl Fortín colabora en editoriales argentinas y del exterior. Obtuvo premios y distinciones. Representó al país en bienales, congresos internacionales y festivales de dibujo animado: Lucca (Italia), La Habana (Cuba), Toronto (Canadá), Curitiba (Brasil), San Pablo (Brasil), Frankfurt (Alemania), Cracovia (Polonia), Bologna (Italia). Su ciclo de dibujos animados para T.V. Poemas en Burbujas fue distinguido con el premio al mejor microprograma para niños (Buenos Aires, Argentina, 1983). Fue el creador de la revista Humi. En 1985 el anuario de gráfica internacional Gráfica.Arte Anual de San Pablo (Brasil) le otorga medalla de oro. En 1991 fue contratado por la editorial estadounidense Houghton Mifflin Company para integrarse a su equipo de ilustradores. En 1992 fue nominado para el premio internacional Hans Cristian Ándersen, para ilustradores de libros infantiles (máxima distinción a la que se puede aspirar en ese rubro).