Una tarde de agosto de 1881, Robert Louis Stevenson y Lloyd Osbourne, su hijastro de doce años, dibujaron un mapa de una isla remota. Stevenson puso tres cruces sobre el dibujo y la llamó La Isla del Esqueleto. Encima del mapa escribió "La Isla del Tesoro". Al día siguiente, Stevenson comenzó a escribir una historia llamada "El cocinero del mar", germen de lo que luego llegaría a ser la más famosa historia de piratas, La isla del tesoro. Stevenson escribía de día y la leía a su familia de noche. Al concebir la historia, dijo que "debía ser una historia para niños; no había necesidad de que hubiera psicología ni un estilo elevado; y tenía un niño conmigo para servirme de referencia. Las mujeres estaban excluidas". Para el personaje de John Silver "el Largo", tomó a un amigo que admiraba, lo despojó de sus mejores cualidades y no le dejó más que la fortaleza, el coraje, la rapidez mental y su magnífica afabilidad, expresándolos en la piel de un crudo marino. Desde su publicación en 1883, La Isla del tesoro ha sido un libro de aventuras para niños y adultos. Es a la vez una novela de suspenso y una obra literaria, en donde la acción y la aventura se conjugan con un agudo análisis psicológico y un manejo prodigioso del lenguaje. Pero tal vez lo que sitúe a La Isla del tesoro por encima de otras aventuras similares de la época sea la capacidad de sondear en las profundidades de la naturaleza humana, expresada en el villano John Silver "el Largo", un personaje ambiguo que suscita las más variadas reacciones en el lector, y nos obliga a examinar nuestra propia conciencia moral. Sin embargo, más allá de su calidad y profundidad literarias, La isla del tesoro perdura en el tiempo por el simple placer de su lectura.