Henri Lefevre (1901-1991), el más prolífico de los marxistas franceses, influyó con su amplia obra no sólo en la filosofía y la sociología, también lo hizo en la geografía, la ciencia política y la crítica literaria. Desde muy joven lo atrajo el marxismo que, por cierto, no estaba en el currículum de la universidad de París, donde estudió filosofía, pero que abrazaron muchos jóvenes luego de la Revolución de Octubre. A Lefevre se debe la popularidad que alcanzaron las obras tempranas de Marx, algunas de las cuales tradujo al francés, lo que le sirvió de base para elaborar su interpretación humanista del marxismo. Al paso del tiempo, sus tendencias libertarias le valieron mayor popularidad entre los socialdemócratas y los demócratas cristianos que entre los estalinistas de la línea dura del Partido Comunista francés, del cual fue expulsado en 1958. Este cambio, que por otra parte no fue una sorpresa, lo estimuló para escribir obras de otro cuño, en las que entrelazó la sociología con el análisis literario, y la filosofía con la poesía en un intento por romper las barreras entre los saberes y para liberar al marxismo de las limitaciones autoimpuestas. Sobre esta obra escribió el propio Lefebvre: "El libro entero quisiera jugar un juego diferente de la filosofía: con una regla del juego conocida, con algo en juego determinado, con un juego que pase entre el errar y el permanecer... Este libro no se dirige sino a quienes buscan a tientas un camino nuevo. Lo único que sabemos de este camino -si es que existe- es que pasa entre los dogmatismos y los escepticismos, entre las profecías apocalípticas y las nostalgias".