La historia de la Unión Soviética (1917-1991) se transformó de manera vertiginosa en las últimas décadas. Los historiadores, hasta hace poco limitados a usar la escasa información oficial, cuentan ahora con el valioso auxilio de los archivos, admirablemente conservados, que día a día se abren para la investigación. A la vez, el derrumbe del régimen soviético invita a mirar su pasado con una visión menos orientada a buscar en él la prefiguración del mundo futuro que a rastrear, en ese corto siglo de existencia, el desarrollo acelerado de procesos característicos de toda la historia occidental: la industrialización, la urbanización, la transformación agraria, el desarrollo educativo y, sobre todo, la construcción de un estado nacional. Sheila Fitzpatrick, una de las mayores autoridades sobre historia soviética, autora de estudios innovadores acerca del período estalinista, ha elaborado en LA REVOLUCIÓN RUSA una síntesis comprensiva, sólidamente sustentada en los últimos avances historiográficos, en la que combina viejas y nuevas preguntas. Una de ellas da el título a su libro: ¿cuándo terminó la revolución soviética? La historiadora elige el ambiguo momento de vísperas de la Segunda Guerra Mundial, cuando el régimen estalinista proclamó la victoria de la revolución y el comienzo de la normalidad, en momentos en que iniciaba la más profunda purga, que conllevó la matanza de la primera camada de dirigentes revolucionarios.