La crisis dio de pleno en el mundo del diseño, y Enric Jardí, uno de los diseñadores gráficos más reconocidos de Barcelona, no fue inmune a ella. En 2010 su estudio, que había llegado a contar con ocho personas, empieza a retroceder. Los clientes se esfuman. Y los pocos que quedan «huelen sangre» y tratan de aprovecharse de él. Enric se ve obligado a despedir a sus trabajadores uno a uno._x000D_