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Escrito hace ya más de medio siglo, no por azar después de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, este libro trata de las representaciones de lo demoníaco en el arte europeo desde el siglo XIV al XVII. En el Prólogo a este ensayo Corrado Bologna comienza por presentarnos al autor de esta obra, Enrico Castelli, como un enamorado de la categoría de lo demoníaco, y lo compara con Eugenio d;Ors por su pasión por el barroco, o con Jurgis Baltrusaitis por su gusto por lo fantástico. Los diarios de Castelli ;de los que se citan algunos pasajes en el Prólogo; muestran el itinerario de la construcción del libro: cómo las visitas a los museos del norte de Europa, en especial a los de München y Colmar, y la visión de los Brueghel, Memling, Grünewald, Altdorfer o Durero, provocaron este «pensamiento del arte», esta «teología del arte». Este gran humanista que durante años reunió en Roma a la flor de la intelectualidad europea en unos encuentros «epifánicos» (Paul Ric;ur, André Chastel, Raimon Panikkar, Karl Kerényi, Emmanuel Lévinas, y otros) forjó una hermenéutica espiritual del arte, de la que este libro es su mejor expresión.