Los viernes en Enricos disecciona con rotunda sobriedad (no exenta de ese halo de melancolía que envuelve los sueños rotos) las ambiciones literarias, las aspiraciones a la fama y el dinero de un heterogéneo grupo de amigos. Carpenter presenta una inolvidable galería de personajes, varado cada cual en su particular atolladero de traumas y esperanzas. La losa de ser una eterna promesa, los celos profesionales, los éxitos fulgurantes, las drogas, el alcohol, el sexo, la carrera de fondo que supone la escritura, y el desgaste emocional que ello conlleva (demostrando que nada nos envejece más que las ilusiones perdidas): Carpenter construye con maestría y pulso narrativo unas historias agridulces, que resuenan hondamente en el silencio admirado que sigue a la lectura de la novela.