La novela metafísica Mal de ojos comienza con un grito desgarrador: un cordero es sacrificado en un matadero mientras un viejo desmemoriado observa el ritual donde se degüella al animal. Ese instante, como si de una iluminación se tratase, le sirve al viejo sin memoria para recordar lo que él mismo fue, lo que él mismo hizo, lo que no tiene nombre y tampoco puede ser nombrado ni en la misma novela. Al final de sus días, olvidado, solo, al pie de su cama una joven voluntaria escucha alucinada sus divagaciones, sus palabras fragmentarias hasta descubrir descubrir una Cueva, una Casa, una Biblioteca, unas Herramientas deun mundo cerrado en el que ocurrieron hechos que ahora no pueden ser descritos y que nos hablan directamente de la naturaleza humana, de lo que somos, del poder que ejercemos sobre los otros e incluso del mismo Mal, con mayúsculas.