Siguiendo la antigua tradición de los viajes marinos, Carlos María Domínguez escribe estos relatos con los que coloniza territorios poco explorados por nuestra literatura. Como en las novelas de Melville y Conrad, toma la aventura para narrar la soledad del hombre frente a su conciencia, sus vacilaciones y paradojas, hasta derivar en una melancolía final. La historia de Tarzán en las aguas del Paraná, la del colono de la isla Juncal, la piratería en el delta del Tigre, junto con las vicisitudes de barcos como el Skena, el Coatham, el Francia y el Fidji, en fechas próximas y distintas latitudes, recuperan la pertenencia marina del Río de la Plata y el vigor de un género que lejos de agotarse en el siglo XIX, continúa ofreciendo un escenario privilegiado para indagar en el coraje humano.