Los grandes mitos cristianos perfilan una historia de los sexos. Un drama en el que la mujer separa al primer hombre de Dios. la creación de Adán se torna en catástrofe por el pecado de Eva. Sin embargo, aunque Eva aleja al hombre de Dios, María acerca a Dios al hombre. De ella nace el nuevo Adán: Jesús. En filosofía y en teología, los grandes textos fundadores elaboran el relato de una visión masculina de la historia: la mujer difiere del hombre, jamás a la inversa. Como si su punto de vista fuera el único y el universal, mientras que la mujer sigue siendo siempre el otro, el género diferente. «No hay ni macho ni hembra», escribe, sin embargo, san Pablo. ¿Tiene el cristianismo la pretensión de invertir la «fatalidad» de la condición sexuada? ¿Acaso san Pablo plantea aquí los fundamentos de un universalismo cristiano al anunciar la igualdad de los sexos? Sylviane Agacinski demuestra, por el contrario, que, como en la filosofía griega, el pensamiento cris- tiano de los primeros siglos identifica, indefectiblemente, el espíritu y el intelecto con el hombre, y la carne y el pecado con la mujer. Con esta Metafísica de los sexos, Sylviane Agacinski describe un régimen de pensamiento masculino que aún sobrevive en el imaginario contemporáneo.