En este clásico presentado en nueva edición, Paulo Freire sostiene que la tarea de enseñar no puede reducirse a la transmisión de contenidos o destrezas sino que, por el contrario, debe avanzar para comprometer a los docentes y a los alumnos con su entorno social y cultural. Para el autor de Pedagogía del oprimido, la dimensión ética no puede estar ausente de ningún vínculo y menos aún del que se establece entre quien enseña y quienes aprenden, dado que esta dimensión es la que permite integrar y respetar al otro, comprender los cambios propios y ajenos y reconocer la injusticia. Pero sobre todo, la razón de la inclusión de la dimensión ética en la enseñanza está dada porque el autor ve en la ética, la vía que permite construir un sentido de autonomía y responsabilidad personal. ¿Por qué no discutir con los alumnos sobre la realidad concreta, a la que hay que asociar la materia cuyo contenido se enseña; la realidad agresiva en que la violencia es la constante, y la convivencia de las personas es mucho mayor con la muerte que con la vida? ¿Por qué no establecer una intimidad necesaria entre los saberes curriculares fundamentales para los alumnos y la experiencia social que ellos tienen como individuos? - Paulo Freire.