Ineludible y polémica, la obra artística de León Ferrari es uno de los más contundentes ejemplos de radicalización de la relación entre vanguardia estética y vanguardia política, entre ética y estética. Desde 1965, cuando escribe su primera carta pública en respuesta a una crítico que censuraba sus obras de contenido ideológico expuestas en el Instituto Torcuato Di Tella, el artista interviene con sus textos en diversos debates. Si en los prímeros años sus escritos se centraron en la controversia sobre arte y política, sobre las instituciones artísticas y los límites del arte, desde 1986 apuntan, en particular, a la intolerancia de Occidente y su religión. Testimonios verbales asociados con la actividad plástica, estos escritos evidencian la complicidad de la cultura occidental con la violencia y los castigos que describen los libros sagrados; abordan la discriminación de los homosexuales y de las mujeres en la Biblia, así como el antisemitismo del cristianismo.