Tarta. El Chuengo. Moira. Pity. El Griego. Esta vez los personajes han encontrado al autor. O, mejor dicho, la novela los ha juntado a todos. Porque se trata de una novela impresionante, no de un alarde de solapa o contratapa. Una novela que destruye el templo del tiempo #la cronología# para contar una historia. ¿Una historia? Como si fuera posible... Muchas, muchísimas historias, que van saliendo entonadas en staccato, en el idioma de los argentinos, a lo Viñas. Así, Tartabul logra un sueño del que parecía despojada la narrativa argentina actual. Logra contener un mundo propio y convidarlo. Logra contar treinta, cuarenta años de la Argentina real #con todo, desde palomas mensajeras hasta criaturas cuya última confesión no es una deslealtad sino un fracaso# y a la vez convocar un repertorio de alusiones y referencias que le proporcionan a la novela su verdadera dimensión sinfónica, de Oliverio Girondo a los profetas del Antiguo Testamento, de los presocráticos a James Joyce: Lean out your window, Goldenhair. Este regreso de Viñas a la narrativa, que oscila entre la esperanza del #nunca# y el hábito tedioso del #siempre#, es uno de los acontecimientos que los lectores podemos darnos el lujo de registrar con histórica convicción.