Cuento admirable que deslumbra por el modo en que los acontecimientos se deslizan por el filo del sueño, entre el juego y la pesadilla; seduce el empecinado tesón con que Alicia busca su verdadero tamaño, la honestidad con que trata de sortear las zancadillas que le hace el lenguaje, la mezcla de piedad y crítica que experimenta hacia esos seres obsesivos, tan parecidos a los adultos del mundo de la superficie. Traducido con maestría por Graciela Montes, una de las más grandes escritoras de la literatura infantil y juvenil argentina. Por su parte, las ilustraciones de Gustavo Roldán (h) nos traen una propuesta basada en el collage y la estilización que rompe con los tradicionales dibujos de John Tenniel a los que -Walt Disney también mediante- estamos acostumbrados.