Consume coca el que está sentado junto a ti ahora mismo en el tren, la inhaló para despertarse esta mañana, o el chofer del volante en el autobús que te lleva a tu casa porque quiere hacer malabares sin sentir calambres en las cervicales. Consume coca quien está más cerca de ti. Si no es tu padre o tu madre, si no es tu hermano, es tu hijo. Si no es tu hijo, es tu jefe. O su secretaria que se avienta todo el sábado divirtiéndose. Si no es tu patrón, es su esposa que lo hace para dejarse llevar. Si no es su esposa, es su amante, a quien se la regala él en lugar de unos aretes en medio de diamantes. Si no son ellas, es el chofer que transporta toneladas de café a una cafetería de tu ciudad y no aguanta todas esas horas sentado sin coca. Si no es él, es la enfermera que está cambiando el catéter de tu abuelo y la coca hace que todo se vea más ligero, incluso en la noche. Si no es él es el pintor que le cambia el color a la recámara de tu novia, que se inició en el vicio por curiosidad y después ya estaba lleno de deudas, que la prueba ahí contigo. Es el poli que está por pararte, que se arrastra desde hace años y ya todos se dieron cuenta y lo escriben en cartas anónimas que mandan a los oficiales esperando que lo suspendan antes de que se vuelva un inútil. Si no es él, es el cirujano que se está despertando ahora mismo para operar a tu tía, y con la coca logra abrir a seis personas en un día, o el abogado al que debes ir para divorciarte. Es el juez que se pronunciará en tu juicio civil, y no cree que sea un vicio sino sólo un empujón para gozar de la vida. Es la que te está vendiendo el billete de lotería con el que crees que te va a cambiar el destino. Es el ebanista que te está armando un mueble que te cuesta el salario de un mes. Si no es él, es el empleado que vino a tu casa a poner el clóset de Ikea que no pudiste armar tú solo. Si no es él, es el administrador de tu depa que te va a llamar por el interfón. Es el electricista que te quiere cambiar el enchufe de tu recámara. Es el cantautor que estás oyendo para relajarte. Consume coca el padre al que le vas a pedir que te confirme porque tienes que bautizar a tu sobrinito, y es penoso que no hayas hecho ese sacramento. Son los meseros de la boda del próximo sábado que si no inhalaron no lograron tener en las piernas esa energía cada hora. Si no son ellos, es el asesor que acaba de definir las nuevas calles peatonales y le dan la coca gratis a cambio de un favor.
La consume el tipo del valet que sólo siente alegría cuando se la mete. Es el arquitecto que remodeló tu casa de descanso, la consume el cartero que te llevó la correspondencia con el estado de cuenta. Si no es él, es la chica del call center que te contesta con la vocecita chillante y te pregunta en qué te puede ayudar. Esa alegría, como en las otras llamadas, es el efecto del polvo blanco. Si no es ella es el académico que está sentado a la derecha del maestro y espera hacerte el examen. La coca lo pone nervioso. Es el entrenador que te quiere poner de rodillas, a él, en cambio, la coca lo pone sociable. Es el delantero que la consume, ése que anotó un gol arruinando las apuestas que ibas a ganar minutos antes de que acabe el partido. Consume coca la prostituta con la que vas antes de regresar a casa, cuando debes desahogarte porque ya no puedes más. A ella, la coca la hace no ver más que lo que tiene enfrente, a la derecha, encima, debajo. La lleva el padrote que te la regaló por tus 50 años. Tú y él. La coca le da la sensación de ser el más macho de todos. Consume coca el sparring con el que entrenas en el ring por querer adelgazar. Si no es él, es el instructor de equitación de tu hija, la psicóloga de tu esposa. Consume coca el mejor amigo de tu esposo, el que te corteja desde hace años y que nunca te ha gustado. Si no es él, es el director de tu escuela. Se mete coca el prefecto. El agente inmobiliario que llega tarde justo ahora que tienes tiempo libre para poder ver el departamento. La consume el guardia de seguridad, el que ya tienen el reporte cuando todos se están rasurando. Si no es él, es el notario al que nunca quisieras volver a ver, que consume coca para no pensar en la pensión que les debe a las esposas que dejó. Es el taxista que despotrica contra el tráfico pero después se pone contento. Si no es él, la consume el ingeniero que está obligado a invitarte a su casa porque quizá te ayude a hacer un salto en tu carrera. Es el policía que te da una multa, y mientras habla, suda muchísimo, aunque es invierno. O es el lavacoches de ojos hundidos que puede comprarla pidiendo prestado, o el muchacho que atasca los coches con cinco folletos cada vez. Es el político que te prometió un uso de suelo comercial, ese que mandaste al Congreso con tus votos y los de tu familia, y que siempre está nervioso. Es el profesor que te echó de un examen al primer titubeo. O es el oncólogo con el que vas a ir a hablar, es el mejor y esperas que pueda salvarte, él cuando se la mete se siente omnipotente. O el ginecólogo que se le olvida dejar el cigarro antes de entrar al consultorio a ver a tu esposa que ya está en trabajo de parto. Es tu cuñado que nunca está contento, es el novio de tu hija que en cambio, siempre lo está. Si no son ellos, es el vendedor de la pescadería que acomoda muy bonito el pez espada, o el de la gasolinera que se ensucia con la gasolina de afuera de los coches. Se mete coca para sentirse joven, pero no puede ni siquiera poner la pistola del despachador en su lugar. O el médico del sanatorio que conociste hace años y te deja meterte en la fila porque sabes qué regalarle en Navidad. La consume el portero de tu fraccionamiento, pero si no la está probando ahora, la está probando la maestra que les deja planas a tus hijos, el diseñador de la compañía de teatro que vas a ver esta noche, el veterinario que cura a tu gato. Es el alcalde con el que fuiste a cenar. El constructor de la casa en la que vives, el escritor que lees antes de irte a dormir, la periodista que escucharás en el noticiero. Pero pensándolo bien, piensa que ninguna de estas personas puede meterse cocaína: o eres incapaz de verlo o estás mintiendo. O simplemente, quien la consume eres tú.