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Facebook Twitter viernes 27 de septiembre del 2024 27-09-2024

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Biografía

VIRGINIA MEJIA

Nombre completo

VIRGINIA MEJIA

Nacionalidad

Argentina

Lengua materna

ESPAÑOL


Título Editorial Precio
NON HABEMUS PAPAM PARADISO Icono disponible $ 15000.00
CHUNCHUNA METROPOLIS Icono disponible $ 22000.00

Non habemus papam de Virginia Mejía, Paradiso Ediciones El otro Jorge, que retrata con ironía la escena del año 2001 en la que Juan Pablo II nombra nuevos cardenales de todo el mundo, entre ellos dos argentinos: uno Jorge Bergoglio, luego papa y el otro Jorge Ortiz de Urbina, su opuesto, quien soñó con alcanzar el trono dorado de San “Cargamos cientos de bolsos Louis Vuitton, carteras Peter Kent, sombrereras Vázquez, valijas de cuero Wright, nécessaires Gucci, trolleys con stickers de París y ajadas Samsonite de pompones colgantes. No es para menos, nuestro admirado tío, Jorge María Ortiz de Urbina, con medio siglo de carrera vaticana en su haber, acaba de ser nombrado cardenal y orgullosos llegamos a Roma para la semana de festejos de Con nosotros, el silencio benedictino de Santa Francesca Romana a Ponte Rotto, llega a su fin: mi tía Milagros dejó su abrigo Loden en el avión y en un ataque de nervios exigía que llamaran a Alitalia mientras una monja en rudimentario inglés intentaba calmarla; un taxista napolitano le gritaba “amarrete” a mi padre después de recibir una magra propina por cargar toneladas de valijas. “Tirchio, tirchio”, lo increpaba furioso al ver que no daba señal de volver a sacar dólares de su bolsillo. (…) Sin dudas la ordenación revolucionaría en 180 grados la historia familiar: a partir de ahí “il vescovo”-como lo llaman los romanos- estaba a un tris de convertirse en el próximo papa. En casa de mis padres, en San Isidro, no dejaba de sonar el teléfono. Todo el mundo quería felicitar al Dr. Mario Federico Ortiz de Urbina, hermano menor del cardenal amigo de todos los papas. (…) Como si esto fuera poco, algunos diarios habían empezado a mencionar su nombre como uno de los posibles sucesores de Juan Pablo II, especialmente después de que al polaco se le agravara el mal de Parkinson y que las secuelas del disparo del turco Alí Agca no le permitieran dar misa.(…) Lo cierto es que Jorge María nunca dejó de aspirar a ocupar el dorado trono de San Pedro después de la fumata blanca que anunció el papado de Karol Wojtyla. Según cuenta uno de sus íntimos (con quien conforma una Café Society de artistas, arquitectos y curas que pasan mitad del año visitando museos de Europa), resulta que en 1986 cuando fue nombrado obispo titular de Apolonia por Juan Pablo II, le encargó su propio retrato a un amigo pintor, el naturalista argentino Florencio Escudé. En uno de sus viajes a Buenos Aires en el que pudo ver la obra terminada, le reclamó enojado: – ¿Cómo no me has retratado como cardenal? – Simplemente porque vos no sos cardenal -contestó Escudé. – ¡Pero pronto me van a nombrar! -le retrucó airado, rompiéndose así un profundo vínculo con el artista, quien años atrás había sabido tan bien retratar y fotografiar en su libro Guía de Aves Argentinas al Cardinalis cardinalis carneus, bellísimo pájaro cantor con machos de pecho rojo. (…) Hombre erudito, criado por institutrices francesas, irlandesas e inglesas, con más de siete idiomas en su haber, amante del arte y de la ópera pero ante todo un bon vivant, Jorge María no dudó en vivir sus últimos años en el exquisito Palacio San Calixto junto a su incondicional asistente Francisco Moretti, Pancho, para sus amigos. En ese palacete reciben a la crème de la crème católica porteña, ansiosa por codearse con un cardenal para que les consiga una audiencia privada con el papa de turno. En agradecimiento, ellos lo invitarían a cenar al Convivio Troiani de la Via Cavour o le enviarían pasajes de Alitalia VIP para que presida en estancias bonaerenses el bautismo o el casamiento de hijos, nietos o Esas fiestas de campo eran realmente “estupeeendas”, según nos contaba él mismo en casa de mis padres tomando el té rodeados del coromandel chino con la batalla del príncipe Liu Sheng. – ¿Estaba Fulanita en la misa? -le preguntaba mi madre a su cuñado mirándolo embobada mientras le colaba hebras de té con sabor a bergamota Wittard. – ¿Me preguntás por Fulanita casada con Menganito, que es sobrina nieta de los Sultanitos de la rama de los Sultanitos Menganitos Fulanitos? -repreguntaba mi tío haciendo alarde de una memoria elefantiásica para recordar vida, obra y árbol genealógico completo de los Constanzó, los Castex, los Tornquist, los Nogués, los Pasman, los Olivera, los Gandulfo de la Serna, los Álvarez de Toledo, los Quintana, los de las Casas, los Amoedo, los Quesada, los Lacroze, los Gowland Donovan, los Padilla, los Bianchi di Cárcamo, los Paz, los Braun, los Malbrán, los Ortiz de Rosas, los Lynch y los Sánchez Sorondo. (…) La ordenación como Cardenal, un 21 de febrero de 2001, lo colocó en el punto más alto de su carrera, en el escalón anterior al papado. Ocurrió cuatro días después de nuestra llegada a Roma y tuvo lugar durante el Consistorio más importante de toda historia de la Iglesia: 44 nuevos cardenales juraron En Roma, fue el mismísimo Pancho quien se encargó de tenernos al tanto de cada una de las misas y celebraciones de las que debíamos participar. También realizó los preparativos para la audiencia protocolar que los familiares de los flamantes cardenales tienen por tradición con el papa. Nos hizo atravesar los pasillos del Museo Vaticano intentando mantener al grupo ordenado a pesar de que ninguna de mis locuaces primas, el calco unas de otras, le prestaban la menor atención cuando aconsejaba pararse acá o allá de acuerdo al protocolo. Ellas nunca dejaron de hablar desde que salieron de Buenos Aires y se detenían embobadas ante cada una de las vitrinas con monedas de oro antiguas que adornaban Me acuerdo de que estuvimos casi media hora en el vestíbulo del Salón Sixtino, totalmente alterados, esperando que se abran las puertas del despacho papal. Mi hermana y yo vestíamos conforme a precisas instrucciones de mi madre que nos había armado las valijas con lo necesario antes de partir: collares de perlas a la orden del día, discretas blusas de seda blancas, polleras negras a media pierna y zapatos Peruggia componían nuestro “look vaticano”, algo así como un minimalismo chic protocolar. De pronto irrumpieron una señora y dos señores. Uno de los hombres parecía un cura de barrio, de alzacuello blanco, pantalón de frisa arrugado y zapatos viejos. El otro, más joven, lo asistía vestido de oficinista. La señora, la mayor del grupo, tenía un pulóver y una pollera azul oscuro sin ser lo suficientemente larga como para cubrir las várices de sus gruesas y cansadas pantorrillas. No usaba medias ni tacos. Los tres hablaban en voz baja, sin casi levantar la vista. – Pobrecitos, qué mal vestidos que están -me dice mi madre en secreto, clavándoles la mirada. – Son los del grupo del otro cardenal de la Argentina, el que Juan Pablo nombró junto a Jorge. Ella no dejaba de observarlos a pesar de que estábamos a diez metros unos de otros. – Es la hermana, creo. Mirá el suéter, que ordinario, con bolitas en la lana… Después ingresamos a la audiencia. Ellos en silencio, nosotros eufóricos. Lo mismo habían hecho el día anterior para llegar a San Pedro desde la Casa del Clero donde se alojaban. Según los diarios argentinos, desde ahí el otro cardenal salió a la calle cubierto con un tapado marrón que escondía su sotana roja para confundirse con la gente y llegar caminando solo hasta la plaza, a pesar de la insistencia de su secretario de que por seguridad no lo hiciera. (…) Años más tarde de esa escena, en medio de una profunda siesta, el celular empieza a vibrar en mi mesa de – Hola hija, qué emoción. ¿Viste la tele? – dice mi madre, siempre oportuna. – El otro cardenal, ¿te acordás? El que estaba en la audiencia cuando lo nombraron a tu tío… Semidormida manoteo el control remoto y enciendo el televisor. Lo veo saludando en los balcones. Llamo al – Soy Marina, la sobrina desde Buenos Aires.