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Tapa del libro NON HABEMUS PAPAM

NON HABEMUS PAPAM

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Autor: MEJIA, VIRGINIA

Origen: Argentina

Editorial: PARADISO

ISBN: 9789871598878

Origen: Argentina

$ 18000.00 Icono bolsa

18.00 U$S 20.00

CRÓNICA DISPARATADA DEL OTRO CARDENAL ARGENTINO QUE QUISO SER PAPA PERO NO PUDO Non Habemus Papam, la primera novela de la periodista Virginia Mejía, es una crónica disparatada de la vida del otro cardenal argentino que quiso ser papa, Jorge María Ortiz de Urbina, un bon vivant opuesto a Bergoglio que vive en un Palazzo romano junto a su íntimo amigo y secretario, Pancho, rodeado de una corte de enfermeros negros. La historia, que raya lo absurdo, está contada por su sobrina, Marina, oveja negra de una familia tradicional católica que viaja a Roma para convivir con su nonagenario tío en ese lujoso palacete hasta que la débil salud del Cardenal queda afectada por un escandaloso drug-affair. El hilo conductor es la expectativa de la sobrina: recuperar el anillo de zafiro cardenalicio, objeto que la salvará de penurias económicas y le devolverá algo de la solera perdida de la clase social a la que pertenece, la vieja oligarquía decadente.




Virginia Mejía nació en Buenos Aires en 1963. Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y participó de los talleres literarios de Alberto Laiseca y María Moreno. Como periodista trabajó en Diarios y Noticias, Reuters, El Cronista y Perfil. En la actualidad escribe para La Nación. Página12.

JUEVES, 24 DE DICIEMBRE DE 2015

VISTO Y LEIDO

Ensalada de papa

La primera novela de la periodista Virginia Mejía cuenta la historia de un cardenal argentino de familia “bien”

que no pudo llegar a Papa.

Por Daniel Gigena

“El mundo de la Iglesia católica como institución es fascinante; un hombre ingresa en ella para dedicar toda

su vida a la carrera eclesiástica, con categorías preestablecidas, con cargos, títulos. El deseo de ser Papa

siempre está presente. Entonces inventé a este personaje, Jorge Ortiz de Urbina, un porteño ‘con cuna’, un

erudito y un bon vivant, que a los veintidós años se va a Roma para triunfar. Asciende y en 2001 es el único

argentino nombrado cardenal junto con Bergoglio. Ambos tienen carreras exitosas, cada uno en su estilo:

uno populista junto a los pobres y el otro elitista junto a los Papas. Pero triunfa Bergoglio y eso conlleva el

derrumbe definitivo de una familia oligárquica caída en desgracia”, dice Virginia Mejía, la autora de Non

habemus papam, una novela profana protagonizada por cardenales aburguesados con secretarios

diligentes, familias patricias, alianzas espurias y una narradora que se siente ajena a ese submundo. Desde

el título, la novela de Mejía guarda semejanzas con Habemus papam, la película de Nanni Moretti donde un

atribulado cardenal renunciaba a la tarea de convertirse en el sucesor de san Pedro. En Non habemus… se

reemplazan las honduras psicológicas de aquellos personajes por una comedia de esnobs.

“Empecé en el taller de crónica de María Moreno de la Biblioteca Nacional; allí llevaba los capítulos con las

andanzas del monseñor. En general las crónicas son historias de suburbios, de clases bajas y por eso me

interesó contar lo que pasa en otro mundo: en los palazzos romanos, en San Isidro y en Recoleta. Viajé

incluso a Roma y conviví entre curas, monjas y millonarios católicos. Después, cuando retraté a cada

personaje, me di cuenta de que todo era absurdo y que lo que en un principio fue una crónica vaticana se

había transformado en algo desopilante. Cuando le llevé la novela a Américo Cristofalo, me propuso darle

una vuelta de tuerca definitiva hacia lo grotesco.” Ese grotesco incluye ciertas postales de época, como

cuando monseñor visita al ex presidente Fernando de la Rúa, mientras la crisis se cocinaba a fuego lento

en el país y la Iglesia, como otras corporaciones, pedía soluciones. A la salida de ese encuentro, en sus

declaraciones el prelado apenas se refiere a un parentesco lejano con Inés Pertiné.

Marina, la narradora, una joven periodista sobrina de Pancho, percibe el comportamiento de su tío de una

manera diferente de la de sus parientes: “¿Me preguntás por Fulanita casada con Menganito, que es

sobrina nieta de los Sulanitos de la rama de los Sulanitos Menganitos Fulanitos?”, lo oye preguntar en

medio de un diálogo saturado de apellidos: los Amoedo, los Padilla, los Ortiz de Rosas, los Lynch y los

Quesada. “En el capítulo ‘Las primas’ se desenmascara a ese grupo social. Está situado en Barrio Norte

pero también podría transitar en un barrio ‘paquete’ de París o de Nueva York. Los Ortiz de Urbina son una

familia enorme, católica, donde las mujeres y los hombres conservan ritos de casta. Marina es la única que

logra salir del círculo del clan. Pero ella sale y también entra cuando quiere. Los observa, marca sus

contradicciones y luego los satiriza a todos, incluso a ella misma.”

A la luz de los escándalos de la curia romana, la novela de Mejía se redefine como una variante del

realismo eclesiástico del siglo XXI: sacerdotes millonarios, prostitución vip en Ciudad del Vaticano,

chanchullos financieros. De San Isidro a Roma, pasando por Barrio Norte y las estancias, las aventuras del

Papa que no fue están narradas en clave de sátira. “Esta es la forma que elegí para contar una historia que

transformé en desopilante gracias a mis sesiones de psicoanálisis –dice Mejía?, cuando me di cuenta de

que nada mejor que el humor para tomar distancia de asuntos que para algunos son demasiado serios:

religión y la familia.”

Non habemus papam

Virginia Mejía

Afinidades electivas