Cuando se quiere huir del mundo tal y como es, uno puede ser músico, puede ser filósofo, puede ser matemático. Pero ¿cómo huir de él siendo sociólogo? Para lograr ver y hablar del mundo tal cual es, hay que aceptar estar siempre en lo complicado, lo confuso, lo impuro, lo vago, etc., e ir así contra la idea común del rigor intelectual. Tal el desafío que lanza Bourdieu en el prólogo de esta obra. Este clásico introductorio a la sociología muestra cómo la disciplina carece de un estatus epistemológico de excepción. Y justamente por el hecho de que los límites entre el saber común y la ciencia son en este terreno más imprecisos, se impone el esfuerzo por examinarla a través de los principios generales proporcionados por el saber epistemológico. Así, la pregunta referida a si la sociología es o no una ciencia, y una ciencia como las otras, debe sustituirse por la pregunta sobre el tipo de organización y funcionamiento de la fortaleza científica más favorable a la aparición y desarrollo de una investigación sometida a controles científicos. El oficio de sociólogo es una teoría de la construcción sociológica del objeto convertida en habitus, así lo definen los autores a lo largo de este texto. Poseer un oficio es saber que, para tener una posibilidad de construir el objeto, hay que volver explícitos los supuestos, o incluso revelar que lo real es relacional, que lo que existe son las relaciones, vale decir, algo que no se ve, a diferencia de los individuos o los grupos.