Uno de los más excéntricos personajes de Truman Capote fue él mismo. Su éxito literario fue acompañado de un gran éxito social, lo que le permitió tratar con intimidad a buena parte de la aristocracia neoyorquina de su época. Sus relaciones con la alta sociedad se rompieron definitivamente cuando publicó algunos capítulos de su novela inconclusa Plegarias Atendidas, en la que aireaba vivencias íntimas de algunos sus amigos más famosos apenas disfrazados de personajes de ficción. Él hablaba de esta novela como de su gran obra, para la que había tomado como modelo al Marcel Proust de En busca del tiempo perdido. Sin embargo la misma le valío el desprecio de buena parte de sus amigos y contribuyó en gran medida a construir una imagen de un Truman Capote cínico despiadado y egoista.