El juguete rabioso constituye las memorias, escritas, de ese lector apasionado que cree que, leyendo ficciones y por medio de invenciones, podrá ser un héroe moderno, es decir, el protagonista de una novela por entregas, que, a pesar de su origen plebeyo y de las dificultades que le impone el contexto, podrá, ingenio y voluntad mediantes, triunfar: no ser al final, el mismo que al comienzo; trocar su suerte: burlar su destino. No obstante, se sabe: las promesas de la ficción no siempre guardan parentesco con las tramas de lo real, muchas veces no son más que un invento, más que algo así como un señalador automático de estrellas fugaces. Ricardo Piglia.
Nota a la presente edición
Para esta edición de El juguete rabioso han sido confrontados los textos de sus primeras dos ediciones la primera, de Editorial Latina, de octubre de 1926; la segunda, de Claridad, de agosto de 1931, las únicas publicadas en vida de Roberto Arlt. Si bien se ha privilegiado la versión de Claridad, en virtud de las modificaciones que presenta respecto de la primera edición, las múltiples erratas que esa edición incluye han obligado a recurrir al texto de Latina en muchas ocasiones para aclarar el sentido de algún pasaje o reponer líneas faltantes cuya omisión puede adjudicarse, de manera clara, a un problema de composición y no a una corrección ulterior de su autor. No se han introducido correcciones en el texto que no fueran aquellas surgidas de un claro error tipográfico presente en la edición de Claridad. En todos los casos, se ha dejado constancia de variaciones y faltantes mediante notas a pie de página, indicadas con números arábigos corridos (las notas originales de la novela están indicadas con asteriscos, a los que sigue números volados entre paréntesis, indicando la numeración original.
Con respecto a la puntuación, han sido repuestos los signos de interrogación y exclamación faltantes, ya sea de apertura o cierre, cuando la presencia de uno indicaba la ausencia del otro. De igual modo se ha procedido con los guiones que delimitan las partes dialogadas. A su vez, y en relación con los restantes signos de puntuación, se ha optado por mantener la versión que daba mayor claridad a cada pasaje, pertenecieran a una u otra edición; y se han eliminado o modificado solo cuando su presencia dificultaba la comprensión del fragmento que los contenía. El uso de comillas como forma de destacar giros propios del lunfardo ha sido mantenido según figura en la edición de 1931.
Se ha modernizado la tildación, así como también ciertas formas lexicales caídas en desuso: obscuro y substancia, por ejemplo. Con respecto a la alternancia entre el tú y el vos, se han mantenido las variaciones que presenta la edición de Claridad y que también se encuentran, aunque no en todos los casos de igual modo, en Latina. Las imprecisiones en la transcripción de nombres propios y términos extranjeros, así como en algunos vocablos propios del español, no han sido corregidas, dado que, en su mayoría, más que señalar una inadecuación frente a la norma o una impericia de transcripción, invitan a formular hipótesis acerca de las particularidades de la escritura arltiana, que exceden en mucho cualquier debate acerca de su corrección o incorrección.
Sobre el autor:
Roberto Godofredo Cristophersen Arlt (Buenos Aires, 1900-1942) publicó su primera novela, El juguete rabioso, en 1926, en la Editorial Latina. Por entonces colaboraba en diversos medios periodísticos, como la revista Don Goyo y el diario Crítica, y mientras escribía ficciones, publicaba también algunas autobiografías breves, en las que iba inventando su figura de escritor. En 1928 se incorporó a la redacción del matutino El Mundo, donde salieron sus Aguafuertes, que lo convirtieron definitivamente en un escritor popular. Al año siguiente apareció Los siete locos y en 1931, Los lanzallamas, su continuación. Ese mismo año se publicó, en la editorial Claridad, la segunda edición de El juguete rabioso. Más tarde probó suerte con el teatro. En 1932 estrenó $ 300.000.000; a la que siguieron Saverio el cruel (1936), La isla desierta (1937) y La fiesta del hierro (1940), entre otras. Por esos mismos años escribió cuentos, reunidos en El Jorobadito (1933) y El criador de gorilas (1941), y el relato Viaje terrible (1941).