Con un título que no deja de despertar la curiosidad al situar al emblemático acorazado de Eisenstein en aguas que nunca navegó, Horacio González ha compuesto un conjunto de textos cuyas relaciones se tejen oblicuamente en una trama sin lisura, más bien al contrario, con nudos y ristras, configurando una imagen de entreveros y quebradas, algo consistente con lo que va desgranando en vueltas y pliegues, en los, para denominarlos según la convención, ocho capítulos que siguen a un prólogo donde a la vez que se dice el propósito, y más que eso, se manifiesta lo que obsede, se pone en cuestión el lugar elegido para enunciar. ¿Desde qué certeza? ¿Desde cuál incertidumbre? ¿Desde qué legados? ¿Desde qué historia personal?
De ahí que el discurrir, andando por todos estos vericuetos, tenga un movimiento interno que va describiendo algo así como órbitas, aludiendo a constelaciones de sentidos, trazando líneas donde los tiempos se engarzan y sus varios personajes así bien pueden definirse las imágenes que va configurando González a partir de concretas referencias como Echeverría, Halperin Donghi, Martínez Estrada, Lugones, Perón, Sarmiento, Ingenieros, Jauretche, Viñas, Rozitchner y otros convocados se contraponen o confluyen en las relaciones que entre ellos establece, y que soslayan las consabidas caracterizaciones en el intento de encontrar el sesgo que, justamente, pueda iluminar sus respectivos pensamientos y las significaciones que pueden desatar. Por eso las modulaciones del discurso pueden ir desde lo aseverativo a lo probabilístico, con el común denominador de contarse todas como inferencias en un terreno habitado por los recuerdos, los hitos marcados por la historiografía, el ensayo o la novela, las creencias y fabulaciones.
Escribir sobre la actualidad argentina, según consigna, surge como una suerte de intención de inmediato rodeada de inquietudes, desasidas de un método, de los parámetros de una argumentación, porque no parece ser la biblioteca, y menos una biblioteca más o menos ordenada, la que permite iniciar el camino, sino la dimensión de la propia experiencia (múltiple, abarcativa, donde las palabras los textos y las cosas) se enlazan. Pero además, esa llamada actualidad puede entenderse sólo si pensamos en la dimensión del acto que involucra desde luego el indiscernible par leer/escribir, pero además un tiempo que no es el de la inmediatez o vértigo cambiante mediático, sino que actualidad remite a un presente transido del espesor de lo que ha sido y viene siendo.
Quizá la historia hay que juzgarla entre la ansiedad de novedades y el peso indescifrable del pasado, señala y con esto lleva, como sucede en todo el libro, a detenerse tanto en las aseveraciones como en las conjeturas donde una posible retórica en las figuras que se van trazando acude a formar las imágenes que González va proveyendo en su ondulante andar por hechos e ideas.
PAGINA12. SUSANA CELLA.